Confinamiento

Argentina lanza un plan contra el aumento de la violencia doméstica en la pandemia

País registró aumento del 48% en las denuncias de violencia de género; el 80% de los casos ocurren en casa

Brasil de Fato | Buenos Aires (Argentina) |
El aumento de los femicidios es solamente un síntoma más visible de una realidad preexistente en el Estado - Felipe Carneiro

Como en muchos otros países, el aislamiento social debido a la pandemia del nuevo coronavírus se reflejó en un aumento de la violencia doméstica en Argentina. Mujeres, niños y niñas constituyen los grupos más vulnerabilizados cuando sometidos al confinamiento obligatorio, que vino resaltar problemas estructurales históricos.

Desde el inicio de la cuarentena en el país, en marzo, hasta junio, hubo un aumento del 48% de denuncias en relación a 2019, realizadas a través de la línea 144, que asesora a víctimas de violencia de género. Según levantamiento del Observatorio de las Violencias de Género Ahora que sí nos ven, de enero al 30 de junio de este año, fueron 162 femicidios en el país, siendo 81 durante la etapa del aislamiento social. El promedio es de un femicidio a cada 27 horas. En los barrios populares, el aumento del pedido de acompañamiento por víctimas de violencia de género fue del 46%, según la organización comunitaria La Garganta Poderosa.

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El último 4 de julio, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad anunció un nuevo Plan de Acción Nacional en respuesta a ese escenario, para los próximos dos años, como un cambio de paradigma. "Cambiamos el abordaje de las violencias individuales para las violencias integrales", explicó la ministra Elizabeth Gómez Alcorta durante la presentación del plan, que tiene como foco las mujeres y la población LGBT.

"Somos conscientes que el Estado tiene la obligación de dar las condiciones subjetivas y materiales para que una persona salga de una situación de violencia", dijo. El plan traza tres objetivos principales de actuación: las violencias extremas (femicidios, travesticidios, transfemicidios), la autonomía económica de las personas en situación de violencia y la dimensión cultural y estructural de la problemática.

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La línea 144 contará con una modernización en el plan anunciado. Este año, las propias operadoras de la línea realizaron un paro por estar precarizadas y sin recibir a sus salarios de 25.100 pesos argentinos (alrededor de 350 dólares).

Los casos de maltratos normalmente involucran – de manera interseccional – aspectos como clase social, género y violencia infantil. "Separar la cuestión de género e infancia es difícil, no puedo dejar de unirlas en su complejidad", reflexiona la abogada especialista en infancias Laura Taffetani, integrante de la Fundación Pelota de Trapo, que trabaja especialmente con niños y niñas.

"En el aspecto cultural, obviamente hay una cultura machista, y siempre hubo, pero cuando existen otras condiciones, el problema se convierte más exacerbado. Cuando se pone el ser humano en situaciones de sobrevivencia. A eso se suma una cultura adultocéntrica, en donde los niños y niñas son infantilizados, puestos en un lugar que no el de protagonistas de sus procesos", explica.

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Niños en aislamiento

Según la consejera tutelar de la Ciudad de Buenos Aires Yael Bendel, en entrevista a Telam, el 80% de las violencias ocurren dentro de casa, cometidas por un familiar o una persona cercana. "Quienes detectan a esos casos suelen ser los maestros, médicos o alguien relacionado a las actividades fuera de la casa", dijo. Sin el auxilio externo, el agresor tiene "más tiempo y más impunidad".

La dificultad de identificación de ciertas violencias se da, en gran parte, por la invisibilización y la naturalización perpetradas en la cotidianidad. Con la excusa de entregar comida o durante atención médica en los barrios, se hace un acompañamiento también de la situación familiar durante la pandemia.

Los niños y niñas reciben toda una carga emocional en relación a la violencia, y son reproductores de las cosas que los adultos los enseñamos.

Espacios comunitarios destinados al desarrollo y atención a niños y adolescentes están actuando durante la cuarentena como comedores. Es el caso de la organización Resistir y Luchar, en el barrio Cura Brochero, en el distrito Florencio Varela, que es el segundo más pobre de la provincia de Buenos Aires. Integrante de la organización, Carina Peralta resalta que, más allá de aislados en casa, niños y adolescentes tienen una carga emocional frente a las dificultades familiares, ahora enfatizadas.

"Para un sector muy amplio de la población argentina, el lema 'quedate en casa' significa convivir con el agresor y no tener trabajo", afirma. "Las personas que viven de changas la están pasando muy mal. Los espacios de actividades recreativas están cerrados. Algunos pibes no tienen contacto con las maestras, por no tener internet o celular: repasan las fotocopias de las tareas entre los vecinos. Eso también genera ansiedades y frustraciones", cuenta Carina.

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Directora de un jardín de infantes de Florencio Varela, Sandra López apunta que, debido al corte abrupto de las clases, no fue posible realizar un diagnóstico situacional. "En la zona donde trabajamos, la mayoría de los padres de los alumnos no tienen trabajo regular", afirma."

Sandra destaca el rol de la institución de abrir un canal de comunicación fluida con los alumnos. "Suelo decir que siempre debemos contar con una 'oreja verde que no madura'; esta tiene la posibilidad de escuchar todo lo que no se escucha, y de buscar soluciones con las mejores herramientas que podamos contar."

Violencias que se cruzan

Debatir la relación de los maltratos intrafamiliares con la desigualdad social se hace necesario frente a la complejidad de violencias que operan a partir de estructuras y que afectan el emocional. Son las llamadas "violencias heredadas", como apunta Carina Peralta.

Estas relaciones de violencia, muchas veces, tienen que ver con la sobrevivencia.

"Hay mujeres que vienen desde hace cuatro, cinco generaciones viviendo en esa misma lógica por herencia familiar. Los niños y niñas reciben toda una carga emocional en relación a la violencia, y son reproductores de las cosas que les enseñamos los adultos. Creo que la forma de cambiar a esta sociedad es darles contención y mucho amor", afirma.

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Laura destaca que es difícil obtener números oficiales precisos, debido a las barreras inclusive institucionales que muchas veces refuerzan a las violencias contra las mujeres, pero que los datos ya muestran que en por lo menos el 20% de los casos de femicidios, los niños de la familia tienen el mismo destino.

"Y muchas veces la violencia viene de la madre, o es consentida por ella", afirma Laura. "Esas relaciones de violencia, muchas veces, tienen que ver con la sobrevivencia, aunque parezca muy duro lo que digo. Y para construir otro tipo de relación, es necesario reconocerla como una realidad y armar circuitos alternativos."

Edición: Rodrigo Chagas